El otro
día me pidieron que hiciera una lectura de esta foto. Lo pensé un rato y llegué
a la conclusión de que eso que se me ocurría era lo más sencillo y rápido, pero
que no por ello resultaba menos interesante, ni aún menos estético.
11
trabajadores sentados sobre una viga, distraídos, serenos, realizando la
actividad mas imprescindible de la vida como entidad biológica: comer; pero
también (y al mismo tiempo): 11 trabajadores a punto de morir a cada instante.
Obviamente
pensé en la fragilidad del trabajador en
el sistema. La fragilidad como posibilidad siempre inminente de la rotura,
y a la vez la fragilidad como aquello que es y no es, que existe como un soplo
y es efímero y tonto, casi sin sentido, casi imperceptible.
Al
mismo tiempo pensé en la inconsciencia. La pasividad de los obreros frente al
peligro, como si lo ignoraran por completo, como si suspender la vida a 250
metros de altura sentados sobre una superficie poco mas grande que su culo
fuera parte del mismo círculo rutinario de un almuerzo (¿El obrero reducido a
la nuda-vida? ¿El hombre que come y trabaja y que en la equiparación de una
actividad a la otra agota su vida?). La inconsciencia
de la fragilidad, la inconsciencia eterna del trabajador frente al sistema
que lo oprime y lo exprime. Pero el no lo sabe, o no le importa, o no quiere
saberlo.
Mas o
menos esto fue lo que pensé que podía decir sobre la fotografía. Pero me
interesé y quise saber más. Entonces encontré chorreras de páginas que hablaban
de esta foto, todas diciendo lo mismo y con las mismas palabras: la triste
historia del copypaste sistemático.
Supe,
de todas formas, que la foto se tomó durante la construcción del Rockefeller
center, en lo que sería un piso 69, en el año 1932; supe que aunque algunos
aseguran que su autor fue Charles Ebbets esto está puesto en cuestión; supe que
la mayoría de los obreros retratados son inmigrantes.
Pero
la foto dice más.
Los
obreros no solo están tranquilos y sin preocupación: están hablando y
compartiendo, están sociabilizando e intercambiando. Están felices. Y el trabajo y la precariedad del trabajo no les
impide tener una vida normal y feliz. Pero hay uno que está solo y mira a la
cámara. La cámara es el ojo que desde
fuera observa, y, por qué no -se dice que la foto no fue espontánea- controla. La cámara no retrata la
precariedad: la expone, la observa y la dirige, pero no es parte de la escena,
está por fuera, es otra cosa. El ojo de la cámara es un dispositivo de poder, en tanto retrata, pero también en tanto que
Ebbets era empleado del Rockefeller center como fotógrafo oficial de promoción.
De modo que la cámara es el ojo del fotógrafo, pero es también el ojo del
empleador, el ojo de la estirpe Rockefeller que en plena Depresión construye
uno de los edificios mas altos y ambiciosos de la época, y cuyos obreros están perfectamente felices con ser parte del proyecto.
Pero el
tipo que está solo mira a la cámara. Descubre, aunque no entienda bien, al ojo
del poder, y entonces el poder, que se siente amenazado, lo retrata aislado y bebiendo en medio de la
jornada laboral. No lo retrata con la felicidad desprevenida y automática de
los otros, sino con el semblante confundido, como si el sol le pegara en la
cara. Y el ojo del poder, que controla, que configura, separa al alumbrado de los otros: el fotógrafo atraviesa la
fotografía con una cuerda que se cuela entre el solitario y los obreros
felices, y el hombre que bebe se transforma en un marginado. El hombre del margen es eso, un hombre-del-margen, es el
que ve, aun entre la bruma narcótica del almuerzo, al ojo del poder. No lo
denuncia, ciertamente, pero lo descubre y eso lo vuelve peligroso. Todos esos
hombres son peligrosos, la fotografía y su significación es peligrosa. Y ¿Que
hace el capitalismo con lo que le resulta peligroso? Lo vende. Y no es casualidad que esta sea una de las fotos mas
vendidas de la historia.
Leí
por ahí que "Ebbets pretendía reflejar a la sociedad en crecimiento que se
sostiene frágilmente, sin ningún tipo de salvavidas, y a los propios hombres
-inconscientes y contentos- que la integran. La fotografía sirvió para
denunciar las pésimas condiciones laborales de los trabajadores en esa época"
Pero
esa lectura me parece ingenua, porque supone, en primer término, que el fotógrafo es
aliado de los trabajadores y no empleado del poder. Y por otro lado, que la
inseguridad de esos trabajadores no es mas que la circunstancia concreta de sus
condiciones laborales, no el hecho mismo y absoluto del trabajo. No denuncia
que el trabajo y la enajenación que produce el trabajo en el capitalismo, que
es la que permite la inconsciencia de los obreros frente a la fragilidad, es
siempre un modo de explotación. No importa cual, no importa cuanto, el trabajo y la enajenación que produce son
ya explotación, y esta premisa es inherente al capitalismo. Al establecer
como denuncia las condiciones particulares del trabajo, esta lectura se
posiciona en el lugar del buen militante que quiere ayudar al obrero luchando
por sus derechos, pero lo que hace es legitimar
el trabajo como forma de vida.
Curiosamente
los trabajadores eran inmigrantes y anónimos. Aun hoy sigue sin saberse la
identidad de varios de los hombres de la foto. Hombres sin nombre y sin patria,
quizás como todos los hombres.
Esta
fotografía es parte de la copiosísima colección Bettmann, que también integran
las otras fotos que figuran en este post. La colección fue adquirida en 1995
por la compañía Corbis, fundada en 1989 por Bill Gates.
Entre
Los Nombres de Rockefeller y Gates, como una soga sobre el vacío, se suspende la
anónima, frágil e inconsciente clase trabajadora. A un costado, bregando por la
ampliación de sus derechos, los fotógrafos, en cuyos hombros se apoyan las manos
sonrientes de los que pagan sus salarios. La foto de la foto.
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