martes, 27 de mayo de 2014

La foto de la foto





El otro día me pidieron que hiciera una lectura de esta foto. Lo pensé un rato y llegué a la conclusión de que eso que se me ocurría era lo más sencillo y rápido, pero que no por ello resultaba menos interesante, ni aún menos estético.

11 trabajadores sentados sobre una viga, distraídos, serenos, realizando la actividad mas imprescindible de la vida como entidad biológica: comer; pero también (y al mismo tiempo): 11 trabajadores a punto de morir a cada instante.

Obviamente pensé en la fragilidad del trabajador en el sistema. La fragilidad como posibilidad siempre inminente de la rotura, y a la vez la fragilidad como aquello que es y no es, que existe como un soplo y es efímero y tonto, casi sin sentido, casi imperceptible.

Al mismo tiempo pensé en la inconsciencia. La pasividad de los obreros frente al peligro, como si lo ignoraran por completo, como si suspender la vida a 250 metros de altura sentados sobre una superficie poco mas grande que su culo fuera parte del mismo círculo rutinario de un almuerzo (¿El obrero reducido a la nuda-vida? ¿El hombre que come y trabaja y que en la equiparación de una actividad a la otra agota su vida?). La inconsciencia de la fragilidad, la inconsciencia eterna del trabajador frente al sistema que lo oprime y lo exprime. Pero el no lo sabe, o no le importa, o no quiere saberlo.

Mas o menos esto fue lo que pensé que podía decir sobre la fotografía. Pero me interesé y quise saber más. Entonces encontré chorreras de páginas que hablaban de esta foto, todas diciendo lo mismo y con las mismas palabras: la triste historia del copypaste sistemático.

Supe, de todas formas, que la foto se tomó durante la construcción del Rockefeller center, en lo que sería un piso 69, en el año 1932; supe que aunque algunos aseguran que su autor fue Charles Ebbets esto está puesto en cuestión; supe que la mayoría de los obreros retratados son inmigrantes.

Pero la foto dice más.




Los obreros no solo están tranquilos y sin preocupación: están hablando y compartiendo, están sociabilizando e intercambiando. Están felices. Y el trabajo y la precariedad del trabajo no les impide tener una vida normal y feliz. Pero hay uno que está solo y mira a la cámara. La cámara es el ojo que desde fuera observa, y, por qué no -se dice que la foto no fue espontánea- controla. La cámara no retrata la precariedad: la expone, la observa y la dirige, pero no es parte de la escena, está por fuera, es otra cosa. El ojo de la cámara es un dispositivo de poder, en tanto retrata, pero también en tanto que Ebbets era empleado del Rockefeller center como fotógrafo oficial de promoción. De modo que la cámara es el ojo del fotógrafo, pero es también el ojo del empleador, el ojo de la estirpe Rockefeller que en plena Depresión construye uno de los edificios mas altos y ambiciosos de la época, y cuyos obreros están perfectamente felices con ser parte del proyecto.

Pero el tipo que está solo mira a la cámara. Descubre, aunque no entienda bien, al ojo del poder, y entonces el poder, que se siente amenazado, lo retrata aislado y bebiendo en medio de la jornada laboral. No lo retrata con la felicidad desprevenida y automática de los otros, sino con el semblante confundido, como si el sol le pegara en la cara. Y el ojo del poder, que controla, que configura, separa al alumbrado de los otros: el fotógrafo atraviesa la fotografía con una cuerda que se cuela entre el solitario y los obreros felices, y el hombre que bebe se transforma en un marginado. El hombre del margen es eso, un hombre-del-margen, es el que ve, aun entre la bruma narcótica del almuerzo, al ojo del poder. No lo denuncia, ciertamente, pero lo descubre y eso lo vuelve peligroso. Todos esos hombres son peligrosos, la fotografía y su significación es peligrosa. Y ¿Que hace el capitalismo con lo que le resulta peligroso? Lo vende. Y no es casualidad que esta sea una de las fotos mas vendidas de la historia. 

Leí por ahí que "Ebbets pretendía reflejar a la sociedad en crecimiento que se sostiene frágilmente, sin ningún tipo de salvavidas, y a los propios hombres -inconscientes y contentos- que la integran. La fotografía sirvió para denunciar las pésimas condiciones laborales de los trabajadores en esa época"





Pero esa lectura me parece ingenua, porque supone, en primer término, que el fotógrafo es aliado de los trabajadores y no empleado del poder. Y por otro lado, que la inseguridad de esos trabajadores no es mas que la circunstancia concreta de sus condiciones laborales, no el hecho mismo y absoluto del trabajo. No denuncia que el trabajo y la enajenación que produce el trabajo en el capitalismo, que es la que permite la inconsciencia de los obreros frente a la fragilidad, es siempre un modo de explotación. No importa cual, no importa cuanto, el trabajo y la enajenación que produce son ya explotación, y esta premisa es inherente al capitalismo. Al establecer como denuncia las condiciones particulares del trabajo, esta lectura se posiciona en el lugar del buen militante que quiere ayudar al obrero luchando por sus derechos, pero lo que hace es legitimar el trabajo como forma de vida.

Curiosamente los trabajadores eran inmigrantes y anónimos. Aun hoy sigue sin saberse la identidad de varios de los hombres de la foto. Hombres sin nombre y sin patria, quizás como todos los hombres.

Esta fotografía es parte de la copiosísima colección Bettmann, que también integran las otras fotos que figuran en este post. La colección fue adquirida en 1995 por la compañía Corbis, fundada en 1989 por Bill Gates.

Entre Los Nombres de Rockefeller y Gates, como una soga sobre el vacío, se suspende la anónima, frágil e inconsciente clase trabajadora. A un costado, bregando por la ampliación de sus derechos, los fotógrafos, en cuyos hombros se apoyan las manos sonrientes de los que pagan sus salarios. La foto de la foto.

  
 

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