martes, 15 de abril de 2014

Música

Hace poco tuve la suerte de encontrarme de pronto frente a muchísimos discos que no había escuchado nunca, de bandas que en la mayoría de los casos no conocía, de estilos que no suelo frecuentar y de épocas, en algunos casos, demasiado recientes. Estaba ansioso por empezar a escuchar tantas cosas nuevas. De paso había cambiado el disco rígido de mi máquina, de modo que podía retomar el habito coleccionista que había debido abandonar por falta de espacio un tiempo atrás. Así que me puse a escuchar, en el trabajo, en casa, en los viajes. Lo que descubrí no es ninguna cosa extraña: se sigue haciendo música que puede interesarnos. Estábamos equivocados: la música, al igual que la historia, la literatura o la filosofía, no llegó a su fin. Uno debe rendirse de una vez por todas y admitir que esa vocación egocéntrica de pensar que la época que nos toca vivir representa la clausura de algún aspecto trascendente de la cultura no es más que un error de vanidad. El arte sigue y no es necesariamente malo. El arte y la mercantilización del arte no son lo mismo; el arte y el arte mercantilizado no son lo mismo. El arte y el arte industrial, serializado, parametrizado por los no-artistas y la industria cultural no son lo mismo, porque cultura e industria cultural no son, tampoco, lo mismo. El asunto es tratar de determinar cuanto de cada uno de estos conjuntos se interseca con los otros, y cuanto del "arte" llega a expresarse por medio de la industria, que es en definitiva lo que nos llega si nuestra actitud es pasiva. De modo que la cuestión entonces, no es ya si la música is over or not, sino cual es nuestra actitud frente a la industria mediática en general y a la industria cultural en particular. El arte mercantilizado, como tal, no tiene por objetivo ese link imprescindible entre el productor y el receptor que es el goce mutuo, esto no quiere decir que eventualmente ese goce no pueda darse, pero no forma parte de la planificación de la producción. El único objetivo del arte mercantilizado es vender, aun cuando se lo haya parido a gritos sobre sábanas manchadas en un garaje del lumpen-proletariat. El mismo disco puede ser indie en relación a su contexto de producción y una mercancía publicitada rimbombantemente por una compañía discográfica en relación a su contexto de recepción, porque sucede como con aquel texto de Borges que fue un cuento y también una reseña bibliográfica: la situación que permite a un objeto artístico ser nomenclado depende de su contexto. En "Historia de la eternidad", un libro de ensayos de la década del 30, Borges publica "El acercamiento de Almotásim". Pocos años después Borges publica "El acercamiento de Amotásim" en otro libro suyo, "El jardín de los senderos que se bifurcan", que es un libro de cuentos. El mismo texto es publicado como ensayo -como reseña- y como cuento. Claro, un pequeño detalle lo permite: la reseña era apócrifa, falsa. No existía el libro reseñado ni su autor. Pero el texto ¿es el mismo? Por supuesto que no, porque si bien ni un solo caracter difiere entre ambas publicaciones, el género -el contexto- es otro, y entonces el texto debe ser otro. Algo similar sucede con el texto de Janet Cooke "El mundo de Jimmy". No es lo mismo leer ese texto como una investigación periodística que como un relato de ficción, aun mas, no es lo mismo leerlo como una investigación periodística que como una falsa investigación periodística, porque al fin y al cabo, el contexto de su recepción permite al lector prepararse de distinta forma frente al texto, estableciendo de este modo cierto abanico específico de sensaciones posibles derivadas de la lectura ¿Qué otra funcionalidad que la de modificar el abanico de posibles sensaciones en el receptor, tiene el epígrafe final en una película, de que la historia que acabamos de ver está basada en hecho reales? Esa sola frase recontextualiza el texto-película. Volvamos a la música: Podemos decir entonces que la mercantilización no anula la calidad del arte, porque el mismo objeto artístico pudo haber nacido para la clandestinidad y la contracultura y ser igualmente tomado por la industria cultural para ser un objeto de venta y consumo masivo. Los mecanismos de elección de la industria cultural son usualmente crípticos. Lo que debe ser furiosamente gritado, es que la intersección entre el conjunto de los objetos culturales comercializados y los creados con intenciones artísticas es generalmente escueta. La conclusión rápida a propósito de este fenómeno, es que la mayoría de los objetos artísticos que valen la pena quedan excluidos de la promoción, y como la promoción tiene la peculiaridad indisciplinable de parecer el todo, esos objetos culturales jamás nos llegarán si no vamos en su búsqueda. Hoy ya no nos llegan en barcos del otro lado del atlántico discos de Los Beatles. La modalidad del capitalismo de consumo impide que cualquier otro valor se sobreponga al de "vendible". Lo que aparece, lo "fenoménico"-para ser cool- es lo "vendible". Lo no vendible no aparece, no es "fenómeno", y queda oculto bajo las sombras abisales de lo indie. Ahora bien, lo oculto no necesariamente es bueno y no necesariamente es original; mucho menos vanguardista. Lo oculto es lo oculto, y como tal ya merece nuestra atención. Lo oculto es como el fracaso: tiene el mérito de no-ser lo que el sistema promociona, y como lo que el sistema promociona es siempre ideológico, lo oculto, así como lo fracasado, son, al menos mientras sigan siendo tales, las máscaras de la resistencia. La música no industrial tiene el olor del morrón cultivado en casa frente a los enlatados de la industria cultural. Pero aunque sea más "fresco" ¿encontraremos allí algo nuevo, algo verdaderamente nuevo? En los tiempos que corren el concepto de vanguardia ha perdido el sentido. La vanguardia es rupturista, por ende, funciona, existe, si existe algo que romper. A la vanguardia como concepto histórico no le importa demasiado qué romper, sino que exista un bloque, una homogeneidad, una superficie amplia y anquilosada que pueda romperse. En el siglo XXI ¿qué bloques hay? ¿Qué es lo homogéneo? ¿Cual es la corriente, la estética, el estilo hegemónico? ¿Son épocas de pop, de rockabilly, de dubstep, de punk, de post-punk, de grunge, de glam, de música étnica, de salsa, de electrónica, de folk? No me parece. Cualquiera hace cualquier canción de cualquier estilo de música y lo sube a youtube o a servidores para descargas o escuchas online con una calidad semejante a la que puede producir una discográfica. No estarán dentro del circuito comercial, pero están al alcance de cualquiera. La banda de rock inglés Artic Monkeys, que logró popularidad a través de Myspace, es un ejemplo cercano y arquetípico de lo que estoy tratando de decir. La web como mercado de exposición es abierta. Pero la web no es el único medio. En cualquier bar de una ciudad podemos encontrarnos con una banda haciendo un estilo que nunca escuchamos y aun así no logrará sonarnos a vanguardia. Ya no es posible algo semejante al inodoro de Duchamp, y esto porque no hay homogeneidad, no hay bloque que romper. Hoy el único bloque es lo vendible y lo vendido: lo-que-se-está-vendiendo. Esa es la hegemonía cultural, y por eso la resistencia no forma parte de una vanguardia estética determinada sino de una vanguardia política, ideológica. Es imposible hoy hacer un disco que suene como sonó el Sgt. Pepper's en 1967. Imposible hacer un disco que suene como el Nevermind en 1991. La posibilidad de una vanguardia estética fue anulada por el circuito de la información y la tecnología. Para que algo como el punk en los 70 sea posible hoy, debería existir una "normalidad" contra la que esa rebelión se levante, una normalidad estética que nos hastíe, pero esa no es otra que la del consumo, y la cultura del consumo es subsidiaria de todo programa estético. La conocida obra de Roberto Jacoby "Un guerrillero no muere para que se lo cuelgue en la pared", donde la polisemia explota por todos lados, es un ejemplo hipersintetizado de esto: cualquier forma de resistencia frente a la cultura de consumo que cobre un mínimo de notoriedad y se vuelva apenas amenazante para "el poder", o que tenga un carácter que la industria considere que pueda explotar como vendible, es asimilada por la propia cultura mercantil y transformada en objetos de consumo. Por eso la resistencia real es siempre efímera, volátil, perecedera, porque es resistencia mientras permanece oculta y marginal. Por suerte, algunos aspectos de la tecnología y la información permiten que aquello que estaba predestinado a permanecer en las sombras circule de manera rizomatica en el entramado social, y podamos escuchar desde el sillón que compramos por mercado libre, las nuevas genialidades que unos pequeños bulgaros ensayan en un galpón del barrio industrial de Plovdiv. Esa escucha será, sin lugar a dudas, una experiencia de la resistencia.

2 comentarios:

  1. Demasiadas cosas se miden por lo que se vende o no se vende. Nevermind habrá vendido muchisimo, habrá y seguirá siendo un disco historico. Pero parte de ello no se habrá logrado, y parte de ello no refiere a la cantidad de discos vendidos, estadios llenados?. No se mide en ventas?

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  2. Lo que trato de decir es que a veces puede coincidir el arte rupturista real con el éxito comercial, pero hay mucho mas arte genuino del que muestra la industria y mucha mas basura que arte genuino en el mercado. Justamente el caso de Nevermind es un caso donde ambos conjuntos se intersecan. Además, del 91 hacen 23 años, y muchas cosas cambiaron desde aquel momento. Los medios y las formas de información y comunicación se han revolucionado constantemente en estos 23 años, al igual que la industria de y para el consumo ha crecido hasta ser la expresión cultural hegemónica. El mundo de hoy no es el mundo del Nevermind, algo como el Nevermind ya no es posible, sencillamente porque ya no hay amalgamas culturales y estéticas que romper como aún había en el mundo cuando aterrizó el grunge, independientemente del éxito de ventas. Por supuesto que el "éxito" es una medida histórica. Alguna clase de éxito tuvo el inodoro de Duchamp, en aquel momento o después, para que hoy yo lo nombre. Éxito es no quedar en el olvido. Pero ese éxito será sin lugar a dudas muy distinto del éxito comercial ¿Que lugar en la historia está reservado para el fenómeno Justin Bieber?

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